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La Verdadera Prueba

«Después de la muerte de Joyada comenzaron los príncipes a adular al rey, y éste los escuchó, y dejando la casa de Yahvé, Dios de sus padres, sirvieron a las aseras y a los ídolos; y vino la ira de Dios sobre Judá y sobre Jerusalén, porque se habían hecho culpables.»
(2 Crónicas 24:17-18, Trad. Nácar-Colunga)

Mucha gente piensa que los momentos más difíciles, espiritualmente hablando, son cuando estamos en un período de sufrimiento. Aunque es cierto que el sufrimiento puede hacer que algunas personas dejen de creer o de amar a Dios, muchas veces tiene el efecto contrario: Es en los momentos más difíciles de nuestra vida cuando nos aferramos más a Dios. Oramos más y de manera más sincera, somos cuidadosos con nuestro estilo de vida y nos volvemos muy críticos y atentos de nuestras debilidades.

Aunque un perído de sufrimiento puede deteriorar una relación con Dios, su capacidad de destrucción no se compara con la de los períodos de gloria personal. A los seres humanos nos gusta que nuestro ego sea alimentado, y cuando las personas que nos rodean empiezan a halagarnos, a decirnos cosas que nos gustan, a exaltarnos, estamos en un serio peligro.

El rey Joás fue fiel a Dios mientras el sumo sacerdote Joyada estuvo a su lado para aconsejarlo. A través de los labios de Joyada el rey escuchaba lo que necesitaba oir para caminar fiel a Dios, aunque le resultara desagradable. Pero una vez que el sacerdote murió, Joás cometió el error de escuchar las alabanzas de los jefes de su nación. Eso causó que empezara a pensar más de sí mismo de lo que realmente era, hasta que creyó que podía dirigir una nación sin Dios. El resultado fue un desastre no sólo para él, sino para todos sus gobernados. Joás no soportó la prueba de las adulaciones.

¿Son malos los halagos? No lo son en sí mismos. Muchas veces los necesitamos para fortalecernos en un momento difícil. Lo malo ocurre cuando debido a los halagos creemos que hacemos todo bien, y empezamos a bajar la guardia en vigilar nuestro estilo de vida. Escuchamos halagos acerca de lo bien que hacemos el trabajo, de nuestra belleza física, de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad de liderazgo, de nuestros logros, y empezamos a pensar más de nosotros mismos, y permitimos que el pecado se infiltre de manera silenciosa pero constante. La verdadera prueba para el cristiano son los momentos de gloria personal.

¿Cómo evitar cometer el error que cometió Joás? Pablo nos da la solución: teniendo la misma actitud que tuvo Cristo en todo momento (Filipenses 2:5-8), con una sana perspectiva de quiénes somos realmente a los ojos de Dios.

 

Para reflexionar:

  • ¿Cuál es tu concepto de tí mismo? ¿Es como Dios te ve o como tú te quisieras ver?

noviembre 25, 2010 at 9:47 am Deja un comentario


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