Posts filed under ‘Escritura del Día’

Valor para conocer a Dios

«Yo te ruego, Dios mío, que no te enojes conmigo, pero solo
insistiré una vez más. ¿Y qué tal si solo se encuentran diez?»

Génesis 18:32 (TLA)

Dios le reveló a Abraham los planes que El tenía para las ciudades de Sodoma y Gomorra. Debido a sus pecados, sus habitantes (así como las ciudades mismas) serían destruidos.

Sabedor del hecho que su sobrino Lot habitaba en Sodoma, Abraham intercede por las ciudades. Comienza preguntando si con 50 justos viviendo en esas ciudades sería capaz de destruirlas, para luego repetir la misma pregunta varias veces con un número cada vez menor de justos. En todos los casos, la respuesta de Dios es la misma: el no destruirá las ciudades si hubiese personas justas viviendo en ellas.

Para Abraham no fue sencillo hacerle estas preguntas a Dios. En al menos cuatro ocasiones Abraham manifestó su temor a Dios de expresar sus dudas. A veces, los seres humanos que se creen superiores a otros, se molestan cuando se les inoportuna de esta manera. Abraham tal vez pensó que Dios reaccionaría de la misma manera. El tuvo que echar mano de una buena dosis de valor para tener esta conversación con Dios. Para su consuelo, Dios estuvo acccesible y abierto a responder cualquiera de sus dudas.

¿De dónde sacó Abraham el valor para vencer sus miedos? De un deseo muy fuerte de conocer a fondo la naturaleza de Dios. Con cada pregunta que él le hacía se mostraba más claramente la misericordia y la justicia de Dios. La recompensa de Abraham, al final de la charla, fue que la relación entre Abraham y Dios se volvió más íntima que nunca, además de que Abraham conoció una dimensión nueva de la persona de Dios: El es un Dios accesible, justo y misericordioso.

A primera vista podría parecer sencillo mantener viva una relación con Dios, pero la realidad es que requiere mucho valor. Requiere valor para morir a nosotros mismos y mantenernos en nuestra búsqueda de Dios; requiere valor para estar dispuesto a renunciar a nuestra naturaleza y enfrentarnos a la realidad de que necesitamos de Dios. Abraham tuvo que morir a su naturaleza miedosa para adentrarse en la mente de Dios.

Además, se requiere de valor para lidiar con lo que nos vamos a encontrar. Al mismo tiempo que nos adentramos en el corazón y la mente de Dios y le vamos conociendo, nuestra propia humanidad va quedando expuesta. No nos gusta el contraste entre nuestro pecado y su pureza; le sacamos la vuelta a nuestra dureza de corazón cuando contrasta con su amor. Nos hace sentir mal ver nuestro orgullo y altivez en contraste con su misericordia. Hace falta valor para reconocer nuestra incapacidad de poder hacer algo por mejorar nuestra vida y aceptar nuestra dependencia de Dios.

Todo cristiano que en realidad tenga un deseo sincero de amar a Dios también sentirá un temor santo al adentrarse en el conocimiento de su persona. Inevitablemente hemos de sentirnos confrontados al conocer el carácter de Dios. Pero, si nos armamos del valor necesario para adentrarnos en el conocimiento de nuestro Dios, podremos disfrutar de las mismas recompensas que disfrutó Abraham: una intimidad profunda con Dios, una visión más completa de cómo es El, y una mayor confianza en El.

 

Para reflexionar:

  • ¿Hay temor de morir a tí mismo para buscar a Dios? ¿Hay conformidad o comodidad en tu relación con Dios?
  • ¿Hay algún área de la persona de Dios que te confronta y no quieres conocer?

abril 6, 2014 at 6:35 pm 1 comentario

El árbol a la orilla del río

Qué alegría para los que
no siguen el consejo de malos,
ni andan con pecadores,
ni se juntan con burlones;
sino que se deleitan en la ley del Señor
meditando en ella día y noche.
Son como árboles plantados a la orilla de un río,
que siempre dan fruto en su tiempo.
Sus hojas nunca se marchitan,
y prosperan en todo lo que hacen.
(Salmos 1:1-3 Nueva Traducción Viviente)

Tenemos un Dios que le encanta prometernos cosas buenas. Y más encantado está de cumplir esas promeas. La naturaleza bondadosa de Dios se refleja en cada promesa que se encuentra plasmada en la Biblia. Pero un aspecto muy importante muchas de las promesas es que vienen explícitamente condicionadas; esto es, tenemos que cumplir ciertas condiciones para que la promesa pueda hacerse válida en nuestra vida.

El salmo 1 nos ilustra un ejemplo de este tipo de promesas. Dios nos promete que seremos como árboles plantados a la orilla de un río. Esos árboles siempre están verdes, fuertes, dan su fruto en la estación del año que deben darlo. En pocas palabras: tienen una existencia plena; proyectan vida; dan la sensación de saciedad.

¿Cómo podemos alcanzar esa existencia plena? Solo Dios puede brindarla. A través de un proceso diario de conviviencia con El es posible reflejar una vida plena. Dios nos da un par de condiciones para que podamos experimentar ese gozo:

  • Deleitarse en la ley del Señor. Para alcanzar ese grado de plenitud en la vida es necesario amar la Palabra de Dios, estudiarla con detenimiento y con alegría. Muchos piensan que es un libro aburrido, difícil y anticuado, pero no conozco otro libro que hable de la condición actual de la humanidad más claramente que la Biblia.
  • Meditar en la ley del Señor noche y día. No basta con leer: hay que meditar en ella. Eso se logra pensando una y otra vez a lo largo del día en las Escrituras. ¿Para qué? Para ser diferentes. Una vida transformada viene como fruto de la meditación de las Escrituras.

No existe otro camino para alcanzar una existencia plena. La lectura, y sobre todo la meditación de la Palabra de Dios, te pueden abrir las puertas a una vida diferente.

Para reflexionar:

  • ¿Acostumbras meditar? ¿Cómo piensas que puedes darte un tiempo para meditar en lo que dice la Biblia?

 

julio 31, 2012 at 7:50 am Deja un comentario

El peligro de la apatía

«Sin embargo, la tribu de Benjamín no logró expulsar a los jebuseos, quienes vivían en Jerusalén. Por eso, hasta el día de hoy, los jebuseos viven en Jerusalén junto con el pueblo de Benjamín»
Jueces 1:21 (Nueva Traducción Viviente)

El libro de Jueces narra la historia del pueblo de Israel desde la muerte de Josué hasta antes de la época de los reyes. Mientras Josué estuvo al frente, Israel había conquistado parte de la tierra de Canaán y aniquilado a sus pueblos. Antes de morir, Josué fue muy enfático al mencionar que ninguna nación que habitaba en Canaán debía convivir con los israelitas, sino que debían ser expulsados (Josue 23:5-7). Josué esperaba que las cosas siguieran por el mismo camino después de su muerte.

Pero los primeros capítulos de Jueces nos narran algo muy distinto: por alguna razón, las tribus de Israel no pudieron expulsar a los habitantes. El capítulo 1 nos da un breve recuento tribu por tribu de cómo fracasaron en conquistar la tierra, y tuvieron que compartirla con las naciones paganas que ahí vivían.

 ¿Por qué no pudieron someter a las naciones paganas? Los israelitas podían dar varias razones: eran gente bien armada (Jueces 1:19) y muy determinada (Jueces 1:27), y era difícil derrotarlos. Pero la verdadera razón de su fracaso fue su falta de fe. Dios mismo les había prometido que El iba a expulsar a las naciones paganas (Josue 23:5); los israelitas no le creyeron a Dios, y se intimidaron ante los pueblos que tenían enfrente.

Al final, se volvieron apáticos, y se conformaron con convivir junto con esos pueblos. Hicieron pactos con algunos y sometieron a otros. Lo malo de todo esto es que ese no era el plan original de Dios; El se molestó con su actitud, y Dios mismo les hizo saber su destino al no mostrar interés en seguir su plan: esas naciones serían su perdición (Jueces 2:1-3).

Puede haber ocasiones en que un cristiano pueda sentir que le falta fe. Pero se vuelve un peligro cuando esa falta de fe le abre la puerta a la apatía. La apatía hace que nos conformemos con la situación actual de nuestra vida. No nos esforzamos por renovarnos (Efesios 4:24), por sacar el pecado que nos estorba (Hebreos 12:1) y hacemos pactos de convivencia con el pecado que habita nuestro corazón. No nos esforzamos por conquistarlo para Cristo.

Dios nos ha dado todo lo necesario para una vida cristiana satisfactoria (2 Pedro 1:3); si creemos en esa promesa, tendremos el aliento y la motivación para conquistar día con día esos aspectos de la naturaleza humana que nos dominan y ofrecer a Dios un corazón dominado por su Espíritu.

Para reflexionar:

  • ¿Sientes que ya no peleas igual que antes por cambiar?
  • ¿Cómo puedes quitar la apatía de tu vida y volver a motivarte a renovarte para Dios?

May 6, 2012 at 10:44 pm Deja un comentario

La primera bienaventuranza

«La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, el cual dio testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio. Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas en ella, porque el tiempo está cerca.»
Apocalipsis 1:1-3  (LBLA)

Aquí tememos la primera de siete bienaventuranzas que contiene Apocalipsis. Los primeros tres versículos de este libro nos hablan acerca de la naturaleza del mismo:

– Es una revelación de Jesucristo. Apocalipsis nos revela cosas acerca de Jesús que el mismo decidió revelarnos. No es fruto del razonamiento o de la imaginación humana. Si Jesús no hubiera tomado la decisión de revelarse a sí mismo, nunca hubiéramos conocido al Jesús del futuro, y tendríamos una visión incompleta de la persona de nuestro salvador.

– Es una revelación de cosas que van a suceder. Este libro hace un fuerte énfasis en que los hechos que relata están por ocurrir. Para los cristianos, siempre existe el peligro de dejarse envolver por el mundo y dedicar más tiempo a suplir las necesidades terrenales que construir nuestro futuro en la morada celestial. Apocalipsis es un recordatorio de que el tiempo del cual disponemos es corto, y no podemos ser negligentes con nuestra salvación.

Además de todo esto, Apocalipsis contiene varias bienaventuranzas que están al alcance del creyente. La primera bienaventuranza está reservada para aquellos que leen y oyen esta profecía. Para alcanzar la dicha que Dios nos tiene preparada, primero hay que estar dispuestos a leer y a escuchar lo que contiene esta profecía.

Apocalipsis esta llena de llamados: a los cristianos que son fieles los llama a que permanezcan así, sin importar las dificultades. A los que son descuidados los llama a abrir los ojos, a despertar y a tener cuidado. El guardar estas advertencias es una manera de decirle a Dios que tenemos fe en El y que estamos dispuestos a mantener esa fe hasta el final.

Sabemos que el libro de Apocalipsis no es un libro sencillo de leer; no podemos hacernos ciegos ante las dificultades que tiene. Es un libro que requiere mucha meditación, mucha investigación y mucha prudencia, pero no por eso vamos a dejar de estudiarlo: más bien debemos esforzarnos para buscar captar las cosas de la manera mas clara posible. De eso depende que seamos bienaventurados.

Para reflexionar:

  • ¿Haces un esfuerzo sincero por estudiar y aplicar la voluntad de Dios expresada en la Biblia?
  • ¿Estás preparado para el momento en que Jesús regrese?

noviembre 14, 2011 at 10:44 am Deja un comentario

Introducción a las 7 Bienaventuranzas

En días pasados tuve la oportunidad de impartir una serie de prédicas basadas en el libro de Apocalipsis. A lo largo de este libro se encuentran esparcidas siete bienaventuranzas que Cristo nos ha prometido, y que los creyentes podemos y debemos aspirar a alcanzar.

Como acertadamente menciona un comentarista bíblico, Apocalipsis «se ha convertido en el terreno reservado de los exéntricos religiosos». Debido a las dificultades que presenta su lectura y su interpretación, muchos cristianos dejan de lado la lectura de ese libro con propósitos devocionales, siendo usado solamente por aquellos que gustan de predecir el rumbo futuro de las cosas.

No podemos dejar de lado el hecho que Apocalipsis es notoriamente difícil. Sus claves, imágenes y símbolos suenan bastante extraños en nuestro mundo moderno. Sin embargo, al igual que el resto de la Biblia, Apocalipsis es palabra inspirada por Dios, y merece el esfuerzo de tratar de entender el mensaje que quiere transmitirnos.

Una buena manera para empezar a conocer Apocalipsis es el estudio de las siete bienaventuranzas. Al estudiar cada bienaventuranza, ligamos diferentes partes del libro en un tema único que nos ayudan a obtener una visión general breve, pero muy útil, del mensaje completo del libro. El estudio no estará exento de dificultades; a final de cuentas, las bienaventuranzas están en el corazón mismo del Apocalipsis, y habrá que lidiar con las dificultades inherentes a su naturaleza. Apocalipsis no es un libro para perezosos: requiere mucho estudio, mucho discernimiento, mucha humildad y, sobre todo, mucha oración.

En los próximos días voy a estar publicando las siete bienaventuranzas usando el formato de los devocionales presentados con anterioridad. En unas breves líneas, extraeremos el mensaje y la promesa de cada bienaventuranza. Yo no pretendo hacerme pasar por un experto en Apocalipsis, y he hecho mi mejor esfuerzo para mantenerme alejado de las excentricidades y las polémicas que tan mala fama le han dado a este libro. Lo que les ofrezco es un trabajo hecho con un deseo sincero de extraer de Apocalipsis la enseñanza que nos ayude a ser cristianos felices, comprometidos y con la mirada, la mente y el corazón apuntando al cielo.

noviembre 3, 2011 at 11:55 pm Deja un comentario

¿Crees en las promesas de Dios?

«Y el tiempo que nos llevó para venir de Cades-barnea, hasta que cruzamos el torrente de Zered, fue de treinta y ocho años; hasta que pereció toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento, como el SEÑOR les había jurado»
Deuteronomio 2:14 (LBLA)

La Biblia está llena de promesas. Desde la promesa de la venida de un salvador en Génesis hasta la promesa de una vida feliz en Apocalipsis, Dios nos ha brindado a través de toda su Palabra un torrente de promesas destinadas a hacernos dichosos, tanto en esta vida como en la vida venidera.

Puede haber momentos en nuestra vida en donde el cumplimiento de esas promesas pueda parecernos borroso; pruebas, exigencias, dolor, pueden cegarnos y en momentos hacernos dudar. Eso nos puede pasar a todos, y Dios lo sabe, y por eso nos da los medios (discipulado, su Palabra, las amistades) para retomar de nueva cuenta el camino de ánimo.

Pero puede suceder que en el momento de las pruebas el corazón se endurezca tanto, que llegue un momento en donde las promesas sean solamente palabras sin significado en nuestra vida. Cuando llega ese momento, haz muerto espiritualmente. Fue precisamente lo que sucedió con el pueblo israelita que salió de Egipto. Dios les había prometido y asegurado una y otra vez que ellos tomarían la tierra de Canaán y vivirían en ella; pero esos hombres, al ver la fortaleza de los pueblos que vivían en esa tierra, se desanimaron y cerraron su corazón a la promesa de Dios, y eso Dios no se los perdonó. El pueblo vagó durante casi 40 años en el desierto, hasta que toda esa generación muriera y surgiera una nueva, que creyera en su promesa y que estuviera dispuesta a reclamarla.

Cabe señalar que estos hombres eran israelitas rectos. Sobrevivieron a la matanza originada por el becerro de oro, por lo que no eran idólatras. Obedecían la ley de Moisés bajo pena de muerte. La mayoría de ellos sin duda eran personas intachables en su moralidad. Su único pecado fue no creer en las promesas de Dios.

No creer en las promesas de Dios, o no creer que Dios cumpla sus promesas, nos acaba espiritualmente. Una generación entera de hombres rectos fue destruida a causa de ello. Dios ha puesto sus promesas para que construyamos sobre ellas, para que sean nuestro cimiento, nuestro futuro, nuestro ánimo, una razón poderosa para amar a Dios. Son piezas fundamentales en la vida de un cristiano. Somos cristianos gracias a promesas cumplidas, como la resurrección en la vida de Jesús. Sin promesas de Dios, simplemente no hay cristianismo.

Si haz tenido dudas acerca de lo que Dios promete, éste es el tiempo para que se renueve tu confianza en el Dios que siempre cumple lo que promete. Observa la historia; estudia las promesas que ya han sido cumplidas, y te darás cuenta que Dios es digno de confianza.

Para reflexionar:

  •   ¿Cuáles son tus promesas favoritas de Dios?
  •   ¿Has hecho de esas promesas un cimiento visible en tu vida? ¿Se ve con hechos que crees en ellas?
  •  ¿Hay alguna promesa bíblica de la que tengas duda que se vaya a cumplir? ¿Qué puedes hacer para creer que un día llegará?

May 27, 2011 at 10:31 am Deja un comentario

Injusticia divina

«¡Vive Dios, que me rehúsa justicia,
y el Omnipotente, que me ha colmado de amargura,
que, mientras en mi quede un soplo de vida
y el hálito de Dios aliente en mis narices,
jamás mis labios proferirán falsedad,
ni mi lengua musitará una mentira!»
(Job 27:2-4 Trad. Nácar Colunga)

Es imposible permanecer indiferente ante la historia de Job. Cuando ésta es conocida por primera vez, nadie puede evitar pensar cómo es posible que el cielo descargue todo su peso contra una persona como lo hizo con Job.

A lo largo del libro de Job, vemos al otrora hombre rico y poderoso,  en un ir y venir en sus pensamientos, tratando de encontrar la lógica de su sufrimiento. Satanás no logró el objetivo que buscaba, que era hacer que Job maldijera a Dios (2:5), pero sí hizo que surgieran en Job serias dudas acerca de la capacidad de Dios para mantener un orden justo en el mundo. La escritura arriba mencionada nos muestra un resumen del pensamiento de Job en esos duros momentos: un compromiso férreo con Dios de lleva una vida intachable, pero con una gran sombra de amargura por permitir tantas injusticias en su vida.

Hay muchas lecciones para la vida que podemos obtener de este libro. Una de las más valiosas es la que podemos obtener del ejemplo de Job en el momento en que dijo esas palabras: la libertad de expresarle a Dios lo que hay en nuestro interior. Muchos cristianos encontrarían censurable el decir que Dios es injusto, y prefieren obligarse a tener ideas y hablar palabras que suenan correctas, dejando a un lado lo que realmente sienten en momentos difíciles.

Dios anhela convivir con hijos que le expresen lo que realmente hay en sus corazones. En la búsqueda de la paz, Job dijo muchas cosas que pueden sonar impropias para un cristiano, pero al final fue esa comunicación con Dios lo que le permitió encontrar una respuesta. Lejos de censurarlo, Dios le mostró el camino a Job para encontrar la verdad; pero eso solamente se pudo dar a través del desahogo de lo que había en su mente y corazón.

¿Piensas que Dios te ha abandonado? ¿Que no te ama? ¿Que es injusto? ¿Que no es digno de confianza? No te lo guardes: exprésaselo. No hay enojo o amargura tan grande que no se puedan diluir en el infinito mar de su amor. Al ser expresivo con Dios estarás construyendo una intimidad más grande, y aprenderás a conocerlo mejor. Tenemos la libertad de acudir a El en la hora de la necesidad (Hebreos 4:15-16) con la certeza que encontraremos la guía que nos hace falta para volver al camino.

Para reflexionar:

  • ¿Qué te gustaría decirle a Dios en estos momentos y que has tenido miedo de decirle?

febrero 18, 2011 at 7:23 pm Deja un comentario

Miedo en la batalla

«Ve y reúne a los judíos todos de Susa y ayunad por mi, sin comer ni beber por tres días, ni de noche ni de día. Yo también ayunaré igualmente con mis doncellas, y después iré al rey, a pesar de la ley, y si he de morir, moriré.»
(Ester 4:16 Trad. Nácar-Colunga)

El libro de Ester es muy peculiar en la biblioteca divina. No menciona a Dios en ninguna parte, ni siquiera como referencia. Tampoco contiene milagros de carácter sobrenatural. Pero después de leer el libro, es imposible no sentir que Dios está presente y en control a lo largo de todo el relato.

Amán mandó publicar un edicto en el que ordenaba el exterminio de los judíos. Eso causó dolor y gran pesar en todos los judíos del imperio persa, excepto en Ester. Al parecer ella se sentía segura de que su vida sería respetada y no moriría, ya que era la de mayor rango entre las mujeres del rey (4:13).

Ester podía hacer algo para ayudar a los suyos, pero el riesgo era mucho. Podía morir en el intento de querer hablar con el rey. El miedo la consumía, así que se excusó en las leyes persas para tratar de no hacer nada (4:11). Mardoqueo la confronta, y la exhorta a usar su posición de reina para el bien de todo su pueblo, y no solamente del suyo propio. Dios abrió sus ojos, y cuando decidió ayudar a su pueblo y hacer un lado su egoísmo, ayunó como preparación espiritual para enfrentar su destino.

Es inevitable sentir miedo cuando enfrentamos una batalla espiritual. Pero algo que no debemos permitir es que el miedo nos haga darle la espalda a la voluntad de Dios. El miedo es una de las armas favoritas de Satanás para ponernos en contra de Dios, ya que nos vuelve egoístas, insensibles y desconfiados de Dios.

¿Cómo derrotar al miedo? La pelea en la que estamos inmersos se hace con armas espirituales (Efesios 6:14-16) como el ayuno, la oración y el conocimiento de la Palabra. Cuando aprendemos a dominar esas armas, estamos en condiciones de vencer nuestras batallas espirituales, por más difíciles que sean. Al igual que Ester, podemos vencer el miedo y ver cosas que nunca hubiéramos imaginado de la mano de Dios.

Para reflexionar:

  • ¿Hay algún miedo que no has vencido?
  • ¿Qué arma espiritual te puede ayudar para vencer el miedo?

enero 3, 2011 at 10:35 pm Deja un comentario

La Verdadera Prueba

«Después de la muerte de Joyada comenzaron los príncipes a adular al rey, y éste los escuchó, y dejando la casa de Yahvé, Dios de sus padres, sirvieron a las aseras y a los ídolos; y vino la ira de Dios sobre Judá y sobre Jerusalén, porque se habían hecho culpables.»
(2 Crónicas 24:17-18, Trad. Nácar-Colunga)

Mucha gente piensa que los momentos más difíciles, espiritualmente hablando, son cuando estamos en un período de sufrimiento. Aunque es cierto que el sufrimiento puede hacer que algunas personas dejen de creer o de amar a Dios, muchas veces tiene el efecto contrario: Es en los momentos más difíciles de nuestra vida cuando nos aferramos más a Dios. Oramos más y de manera más sincera, somos cuidadosos con nuestro estilo de vida y nos volvemos muy críticos y atentos de nuestras debilidades.

Aunque un perído de sufrimiento puede deteriorar una relación con Dios, su capacidad de destrucción no se compara con la de los períodos de gloria personal. A los seres humanos nos gusta que nuestro ego sea alimentado, y cuando las personas que nos rodean empiezan a halagarnos, a decirnos cosas que nos gustan, a exaltarnos, estamos en un serio peligro.

El rey Joás fue fiel a Dios mientras el sumo sacerdote Joyada estuvo a su lado para aconsejarlo. A través de los labios de Joyada el rey escuchaba lo que necesitaba oir para caminar fiel a Dios, aunque le resultara desagradable. Pero una vez que el sacerdote murió, Joás cometió el error de escuchar las alabanzas de los jefes de su nación. Eso causó que empezara a pensar más de sí mismo de lo que realmente era, hasta que creyó que podía dirigir una nación sin Dios. El resultado fue un desastre no sólo para él, sino para todos sus gobernados. Joás no soportó la prueba de las adulaciones.

¿Son malos los halagos? No lo son en sí mismos. Muchas veces los necesitamos para fortalecernos en un momento difícil. Lo malo ocurre cuando debido a los halagos creemos que hacemos todo bien, y empezamos a bajar la guardia en vigilar nuestro estilo de vida. Escuchamos halagos acerca de lo bien que hacemos el trabajo, de nuestra belleza física, de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad de liderazgo, de nuestros logros, y empezamos a pensar más de nosotros mismos, y permitimos que el pecado se infiltre de manera silenciosa pero constante. La verdadera prueba para el cristiano son los momentos de gloria personal.

¿Cómo evitar cometer el error que cometió Joás? Pablo nos da la solución: teniendo la misma actitud que tuvo Cristo en todo momento (Filipenses 2:5-8), con una sana perspectiva de quiénes somos realmente a los ojos de Dios.

 

Para reflexionar:

  • ¿Cuál es tu concepto de tí mismo? ¿Es como Dios te ve o como tú te quisieras ver?

noviembre 25, 2010 at 9:47 am Deja un comentario

El centinela cristiano

«Pero nosotros, hijos del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y la caridad y del yelmo de la esperanza en la salvación»
(1 Tesalonicenses 5:8, Trad. Nácar-Colunga)

Debido a la persecución, Pablo no pudo pasar mucho tiempo en Tesalónica. Había comenzado a instruirles en la fe en Cristo, pero tuvo que salir de la ciudad y dejar a medias su edificación. Preocupado por esta situación, Pablo envía a Timoteo a esa ciudad para ver cómo se encontraban los cristianos. Fue una gran sorpresa y un motivo de alegría ver que la iglesia se encontraba saludable y en pleno crecimiento.

Entonces, Pablo decide, a través de esta carta, seguir el proceso de formación que había dejado empezado. El deseo de Pablo es prepararlos para la venida de Jesucristo, y enseñarles a ser como centinelas de un ejército. En este pequeño versículo, el apóstol define el estilo de vida que un centinela cristiano necesita llevar:

  • Un centinela cristiano es hijo del día. Un par de versículos atrás, Pablo define la conducta de los paganos: viven dormidos espiritualmente hablando, con un sopor que les impide estar atentos a lo que Dios pide. El centinela cristiano siempre está despierto, para él siempre es de día, atento a lo que Dios le pide.
  • Un centinela cristiano lleva una vida sobria. Vivir lejos de Dios crea un enorme vacío; en la búsqueda por llenar ese vacío, las personas son presa fácil de los excesos. Los placeres y los vicios no llenan un corazón; al contrario: crean un hueco que nunca se llena. El centinela cristiano se aleja de los excesos y se mantiene sobrio porque se ha acercado a la única fuente que verdaderamente quita la sed (Juan 4:14).
  • Un centinela cristiano se protege con la armadura que Dios le ha dado. Los soldados romanos, como parte de su uniforme, llevaban una coraza que les protegía el pecho, y un yelmo o casco que les protegía la cabeza. La coraza del cristiano es la fe en Dios, que le da fortaleza en los momentos difíciles, y el amor (traducido aquí como caridad) incondicional que debemos tenernos unos a otros, y que nos ayuda a estar unidos. El casco es la esperanza de salvación, que nos ayuda a ver hacia el cielo cuando parece que vivir como cristiano no vale la pena.

Aunque la batalla es difícil, Dios nos ha dado todos los elementos para vencer. Tenemos su Palabra para ayudarnos a estar despiertos, su amor que llena nuestro corazón y una armadura de fe, amor y salvación.

 

Para reflexionar:

  • ¿Estás listo para la batalla? ¿Qué elemento te hace falta para estar vigilante hoy?

noviembre 18, 2010 at 12:14 pm Deja un comentario

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